5 de noviembre de 2014

Confesión de las doce.





















Que bonito volar con arnés.
Que irónico que lo que nos sujeta
nos haga libres.
Que fácil abrir las alas,
hacer piruetas,
ser acróbata en la cuerda floja,
con la colchoneta debajo.

Hasta que te caes
y duele.
Hombre que si duele,
las piernas te tiemblan
cuando tienes que levantarte.
Yo ya necesito a alguien me haga de arnés,
porque ya no se ser colchoneta.

De vez en cuando viene un payaso,
(sí, un payaso)
a decirme que me levante.
Un payaso porque sabe
que es una estupidez hacerlo.
Que duele menos
quedarse en el suelo.
Se me duermen los pies
si salto muy alto.
Soy una ciudad en ruinas
que no llega ni a aldea.

Pero bueno, él siempre sonríe,
es el loco de la estación
que quiere coger todos los trenes posibles.
Un loco en un mundo de cuerdos maniatados.
Dice que se llama Felicidad 
aunque yo lo llamo Feliz
porque Felicidad es nombre de mujer,
por eso, y para ver si se calla,
que necesito tiempo muerto.
Tengo agujetas en los brazos,
de tanto levantarme;
y raspones en las rodillas,
de volver a caer.

Yo sigo en mi partido,
solo que ahora estoy en el banquillo,
esperando a que me vuelvan a crecer las alas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario